Joseph Roth, “La leyenda del santo bebedor”

Joseph Roth, “La leyenda del santo bebedor”

Así que llevaron a nuestro pobre Andreas a la sacristía. Pero, lamentablemente, ya no era capaz de hablar. Tan solo hizo un gesto como si quisiese introducir la mano en el bolsillo interior de la chaqueta, donde guardaba el dinero que debía a su pequeña acreedora y murmuró: ¡Señorita Teresa…! Así exhaló el último suspiró y murió. Denos Dios a todos nosotros bebedores, tan liviana y hermosa muerte.

En septiembre de 1894, en el ocaso del Imperio Austrohúngaro, nació Joseph Roth considerado como uno de los mayores escritores centroeuropeos del siglo pasado. De ascendencia judía, se rodeó en su juventud de diversos círculos literarios y culturales austriacos. Durante la Primera Guerra Mundial, sirvió como oficial del Imperio cuya lo afectó fuertemente a lo largo de su vida, siendo “la pérdida de la patria” un tópico común en sus obra. Durante el periodo entreguerras ejerció una gran labor como periodista y publicó dos de sus obras más importantes—Job y La Marcha de Radetzky—que lo convirtieron, en su momento, en uno de los más escritores aclamados de Europa. Con la llegada de Hitler al poder en 1933, abandonó Berlín y, tras un largo recorrido por las ciudades europeas, se instaló en París donde vivió hasta su muerte en 1939.

La Leyenda del Santo Bebedor, publicada a los pocos meses de su fallecimiento cuenta la historia de Andreas Kartak, un vagabundo parisino que duerme bajo los puentes del Sena. Bajo el influjo de la bebida el protagonista es soñador, irresponsable y ajeno a la vida real a la cual considera culpable de todos sus males. Un buen día, un desconocido le hace una oferta: le da doscientos francos con la condición de que se los devuelva a santa Teresita de Lisieux en la iglesia de Sainte Marie des Batírnosles cuando quiera y pueda. El bebedor, honestamente, intenta cumplir su promesa con la santa. Sin embargo, sus paseos de bar en bar, las bondades del Sena y sus amantes se lo impiden. Como un niño sin padre, se deja arrastrar por sus primeros pensamientos. Como el hijo pródigo, se gasta la herencia, pero siempre alguien lo vuelve a cuidar Sin rumbo claro, es movido por fuerzas superiores que lo conducen, lo guían hacia su fin, la muerte.

La obra de Roth es notable en su historia, su escritura y contenido. En pocas palabras dice mucho y nos da una gran lección acerca de la infancia espiritual. La caracterización del protagonista y su contexto comprende, de cierto modo, a la humanidad y la relación de esta con la divinidad. En una brevísima historia--digna de ser leída en tan solo una tarde—Joseph Roth, ya al término de su vida, y se aproxima a las inquietudes propias del hombre frente al vivir, frente al morir.

Teresita Jordán