Conmemorando el Día Internacional del Libro, y animados por el rescate y difusión de las letras hispanas, en Editorial Tanto Monta queremos recordar uno de los clásicos de la literatura española: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, cuya muerte, junto a la de Shakespeare, inspiró la elección del 23 de abril como especial festividad para los lectores del mundo. Publicada en dos partes, en 1605 y 1615 respectivamente, el Quijote es una de las obras más estudiadas y con más ediciones ilustradas de la literatura universal. A 419 años de su publicación, podría pensarse que ya nada queda por decir sobre las aventuras del ingenioso hidalgo. De ahí que resulta oportuno referirnos al libro de Juan Cristóbal Romero, Apuntes para una historia del Quijote (Ediciones Tácitas, octubre 2023), presentado el pasado jueves 18 de abril en el Centro Cultural de España, y que contó con la participación de los académicos de la Universidad de Chile, Jéssica Castro y Francisco Cuevas.
El autor de Apuntes para una historia de la poesía chilena (2017) e Índice (2022), ha integrado el estudio literario a su vasta formación como ingeniero por la Universidad Católica y magíster en Administración Pública por la Universidad de Harvard, contando 17 con publicaciones desde el año 2003 hasta la fecha, y habiendo recibido al menos 5 reconocimientos, uno de ellos otorgado por la Academia Chilena de Literatura.
Después de cuatro centurias, entonces, queda pendiente la pregunta: ¿qué más podría decirse del Quijote? A esto, Romero respondió que, en lo que respecta a su obra, sobre el Quijote no quiere decir nada. Respuesta un tanto inesperada, pero que toma sentido una vez que nos adentramos en el texto.
Cuando tantos han pretendido la realización de conclusiones ambiciosas y definitivas del Quijote, es esperable que los trabajos que siguen apareciendo traten de hacer lo mismo. Pero como a contracorriente, Juan Cristóbal Romero limita sus interpretaciones y, en un acto de originalidad y humildad, nos presenta la recopilación de apuntes que él mismo hizo a lo largo de su lectura del Quijote; anotaciones hechas por un “lector detenido”, como él mismo se declaró ante la audiencia. Sus Apuntes —que en algo recuerdan al Escrutinio de la Biblioteca del capítulo VI—, no pretenden ser una muestra de robustez intelectual, sino más bien un humilde acicate a la curiosidad literaria. Nos presenta los comentarios de forma “desorganizada” y expone las diferentes interpretaciones que se han dado del Quijote, ofreciéndonos una historia de la crítica, en la que podemos contemplar tanto la coronación como la decapitación de Cervantes según sea el tono de cada comentarista. Se trata de un libro que requiere de una lectura activa, pues propone al lector la tarea de darle sentido e ilación a los comentarios compilados. Contrario a lo que piensa Romero, esta obra debe ser leída, si no por especialistas, sí por quienes, al menos, conozcan la obra y su trama, pues se requiere conocimiento de los comentaristas aludidos, personajes y situaciones que menciona el autor para saber comprender en su máxima expresión el acercamiento que se propone hacia el Quijote. Así, la canonicidad y monumentalidad del Quijote, que de buenas a primeras podría atemorizar al novel lector, deja de ser un problema cuando es puesta en entredicho por el contraste de juicios recopilados con honestidad e imparcialidad, dando sólo cuenta del fenómeno literario que es el Quijote… para bien o para mal.
Entre los comentaristas extractados para su libro, considerando la influencia del Quijote en la literatura chilena, Romero menciona a intelectuales nuestros como Diego Portales, Andrés Bello, Benjamín Vicuña Mackenna, José Toribio Medina, Nicanor Parra, entre otros. Sobre ellos apunta cómo el ingenio de Cervantes estuvo presente tanto en sus bibliotecas personales como en su forma de entender el mundo, por ejemplo, cuando cita a Portales: “Me tiene disgustado el gobierno de mi ínsula por la dificultad de prestar a mis asuntos particulares la más pequeña atención. Dijo el gobernador de Valparaíso Diego Portales” (p.60).
Además, hay en este breve libro un intento de traer a Cervantes al presente. Romero pretende ilustrar de qué manera podríamos entender en la actualidad el mundo de Don Quijote. Dos ejemplos de estos son la portada, cuyos aerogeneradores evocan los característicos molinos, y otros paralelismos como: “Alonso Quijano, a principios del siglo XVII, vagaba revestido de una armadura de finales del siglo XV. Lo que hoy equivaldría a vestirse con un uniforme de la Guerra del Pacífico” (p.67).
¿Qué queda en el lector una vez finalizada la lectura? Un espíritu investigativo y el deseo de revisitar la obra de Cervantes, ya sea por lo trascendental que puede ser para unos o lo disparatada que puede ser para otros. El mensaje final es una invitación a reencontrarnos con los clásicos, a recordar por qué son clásicos. Dicho esto, vemos que sí queda algo por decir sobre el Quijote, y que Juan Cristóbal Romero lo enfatiza, tal vez inconscientemente, a lo largo de su texto, y esto es; léanlo.
Por Camila Jiménez.