Ensayo publicado en El Libero, el 9 de noviembre de 2021.
Por José Antonio Vidal.
Juan de Dios nació en Santiago en 1924 y estudió en el Colegio San Ignacio. Si bien años después Vial conservaba gratos recuerdos de distintos profesores, describía el ambiente del Colegio como un tanto aburrido y rutinario. Es importante destacar aquí sus encuentros con el profesor de Filosofía con quien Vial se termina peleando y que describe como “un jesuita recién llegado de Lovaina, con escasa salud mental” (Cf. Jaksic, La vocación filosófica en Chile, p. 165). Fue debido a estos encuentros que se va del colegio y aprovecha un curso terminal abierto por la Universidad Católica. En esos años ingresa a la Juventud Conservadora, es designado Presidente, colabora regularmente con el Diario Ilustrado y lee los artículos de la revista Estudios, dirigida por Jaime Eyzaguirre, que llegaban a la casa de su abuela.
Su temprano encuentro con la política será crucial para su decisión de entrar a estudiar Derecho en la Universidad Católica. En sus palabras “la política me llevó más bien a la sociología, a la historia, y por esta vía al derecho”. Fue allí donde conoció personalmente a Jaime Eyzaguirre y se transformó, según dice, “en el más entusiasta de sus alumnos” (Jaksic, La vocación filosófica en Chile, p. 166). En esa época comienza a escribir con cierta regularidad en Estudios, conociendo a otros grandes colaborades de la revista: Mario Góngora, Armando Roa, Rafael Gandolfo, etc.
Vial fue forjando su formación intelectual, en palabras de Jorge Peña, “en la acuciosa lectura y diálogo con los grandes filósofos occidentales (Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel, Heidegger)” (Peña, El legado del filósofo: Juan de Dios Vial Larraín, El Mercurio, 19/11/2019, E4), al tiempo que entraba a estudiar Filosofía en la Universidad de Chile.
Durante su vida, tuvo una intensa actividad académica: realizó numerosos estudios de postgrado por el mundo, fue Director del Departamento de Estudios Humanísticos de la Universidad de Chile, profesor de filosofía de la Universidad Católica de Chile y miembro del Comité Interamericano de la Cultura. En 1972 se incorporó como miembro de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales. Durante el Gobierno Militar asumió como Rector de la Universidad de Chile entre los años 1987 y 1990. En 1997 recibió el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales de Chile.
Escritor prolífico, autor de 14 libros y numerosos artículos. Algunos de sus libros más representativos son: Metafísica Cartesiana (1971), La estructura metafísica de la filosofía (1997), Una ciencia del ser (2000), La vía de la verdad: el discurso de la metafísica (2006), Razón de existir. ¿Cuál es el fundamento de la filosofía? (2013).
Una defensa de la metafísica contra el historicismo
Uno de los grandes problemas de la filosofía que Vial diagnostica es el olvido de la metafísica en los filósofos contemporáneos. Dice que “hoy en día —y a la sombra de Kant— se habla de una época y de un saber «postmetafísicos»” (Vial, Estructura metafísica de la filosofía, 1997, p. 9). Vivimos bajo una ideología de moda que ha pretendido fundar la filosofía al margen de la metafísica y esta ideología ha sido secundada por esos grandes filósofos que, lamentablemente, gozan de prestigio en nuestros tiempos: “Foucault, Derrida, Deleuze, Habermas, Rorty y los posmodernos franceses, todos muy motivados por Marx y Freud, han cultivado este género en las últimas décadas” (Vial, Estructura metafísica de la filosofía, p. 9).
Para Vial, una causa fundamental de este olvido de la metafísica es una postura historicista, asumida acríticamente, de que la metafísica puede ser “fácilmente relativizada por su adscripción a un contexto histórico y cultural”. Es decir, que a la metafísica, constituida fundamentalmente en la obra de Platón y Aristóteles, se la ha privado su dimensión de verdad, y simplemente se entiende como una teoría inseparable de un determinado contexto histórico. Detrás de esta idea de moda se escondería un relativismo que se niega a aceptar que exista la verdad —a pesar de que para esto han de reconocer como verdadero que “la verdad no existe”— y que todo el proyecto metafísico clásico no sería más que una teoría interesante desde el punto de vista histórico. El problema de este pensamiento historicista es que cae preso de sus propios principios al no darse cuenta de “la falta de conciencia de su propia relatividad” (Vial, Estructura metafísica de la filosofía, p. 12).
La estructura unitaria de la metafísica
Frente al problema expuesto en el apartado anterior, Vial propone una rehabilitación de la metafísica, desde el punto de vista de su unidad. Su intención era la de descubrir aquella trama filosófica unitaria, que toma cuerpo con Platón y Aristóteles y se desarrolla en la historia de la filosofía, hasta nuestros días, pero no por “mera devoción restauradora, sino con amor a la verdad como dijera Aristóteles” (Vial, Estructura metafísica de la filosofía, p. 14).
Para esto cumple especial relevancia la innovadora idea, propuesta por Vial, de la continuidad entre el pensamiento clásico y el moderno (Cf. Vial, Razón de Existir, 2013, p. 13). Según él, lo que afirman, por un lado, Platón y Aristóteles, y, por otro, Descartes, es algo similar: que “el sentido del ser no es otro que la capacidad de verdad. Más fundamentalmente: es la verdad misma” (Vial, Razón de Existir, p. 17). Por este motivo Vial critica toda concepción “manualística” de la filosofía que se apresura a encasillar en distintas “corrientes” a los pensadores, separándolos entre sí. En sus palabras:
“¿Cómo se teje la red de la filosofía, que arrastra en su continente casi invisible todo el juego del pensamiento que se configura en las ciencias pero que opera ya en las formas más comunes de hablar? Queremos intentar una respuesta a esta pregunta e iniciarla con el análisis del Fedón platónico para proseguirla con Teeteto y Sofista; con la Metafísica y el De Anima de Aristóteles; con las Meditaciones de Descartes; y con Kant y Heidegger, finalmente. Una respuesta que no pretende ser historia, pero que, sin ignorar la historicidad del cuerpo intelectual de la filosofía, aspira a comprenderlo en su unidad, tal como brilla en la individualidad de las obras” (Vial, Estructura metafísica de la filosofía, p. 15).
Por esto Juan de Dios siempre rechazó aquellas etiquetas filosóficas del estilo “aristotélico”, “platónico”, “cartesiano”, por ejemplo. O, mas bien, las asumía todas al mismo tiempo. Pero no por un afán relativista ni historicista, sino con un profundo sentido metafísico de querer buscar aquella trama unitaria de la filosofía a la que los pensadores, en diálogo con sus antecesores, plasmaron en los grandes clásicos de la filosofía. Vial no consideraba, eso sí, a cualquier filósofo como “gran filósofo”. De hecho, solía insistir en que las grandes obras del pensamiento eran pocas, que “se podían contar con los dedos de la mano”, y que “solo ellas son merecedoras de nuestra atención” (Peña, El legado del filósofo, p. E4).
Uno de sus grandes legados será no solo el intento de rehabilitar la metafísica, en un ambiente en que el relativismo campea a sus anchas dentro del mundillo académico; sino su afán por ir directamente a las fuentes, pero no con afán erudito de querer saber cosas, sino únicamente movido por amor al saber por el saber mismo.