Mercedes Marín (1804-1866): Trovadora de la patria.
Reconocida por la crítica nacional como la primera poetisa chilena, Mercedes Marín nació el 11 de septiembre de 1804 en Santiago. Su padre, don Gaspar Marín participó en el Cabildo Abierto del 18 de septiembre de 1810 y posteriormente, fue senador, diputado y ministro de la Corte Suprema. Su madre, doña Luisa Recabarren, fue una reconocida salonniere, en cuyas tertulias participaron muchos próceres de la época. Vicente Grez la menciona dentro de su obra Las Mujeres de la Independencia como una de las tantas heroínas abnegadas que “sacrificaron en obsequio de una gran causa todos sus goces y todos sus afectos”. Este fue el ambiente que vio nacer a Mercedes Marín y que le inspiró el amor patrio.
Esta “Musa de la caridad” como la llamó Andrés Bello, se educó en el hogar. Comenzó sus estudios de francés en 1816 y tomó clases de piano y canto. En lo que respecta a su educación literaria, le fue dada por miembros de su familia; de su padre aprendió versos de La Araucana y de su madre heredó la costumbre de ofrecer tertulias. Pero, sobre todo, formó su criterio literario gracias a la instrucción de su primo Ventura Blanco Encalada, que le infundió el gusto por las letras castellanas y la incentivó a memorizar los sonetos patrióticos de Juan Bautista Arriaza. En abril de 1830 contrajo matrimonio con don José María del Solar, con quien tuvo dos hijos: Amelia y Enrique del Solar. Ambos se consagraron como escritores e, inspirados en la prolífica carrera de su madre, recopilaron su trabajo literario disperso en los diferentes números del diario El Araucano.
En sus versos se identifican tópicos como la exaltación de la patria, la familia y la instrucción femenina. Según Mercedes Marín, la felicidad más duradera proviene de la familia, siendo ésta la principal y más preciada estructura sobre la que se sustenta la nación. En este sentido, ambos elementos, familia y nación, se fundan y reflejan en la sociedad conyugal cristiana: el matrimonio. La poetisa entiende la familia como una estructura que se repite siglo tras siglo y que funciona como soporte subterráneo de la historia de la humanidad.
Pensando en la familia nacional, Mercedes Marín, dedicó gran parte de su trabajo a la creación de cantos a la memoria de aquellos hombres que trabajaron por el progreso del país. De aquellos, queremos recordar el Homenaje de gratitud a la memoria del benemérito ministro don Diego Portales, escrito a instancias de su asesinato en el Motín de Quillota, un día como hoy, 6 de junio, pero del año 1837. El Homenaje se publicó anónimamente en el diario El Araucano y, en vista de la positiva recepción que tuvo en la sociedad chilena, Andrés Bello le aconsejó a la poetisa publicarlo con su nombre, motivándola en su carrera literaria, fecunda en homenajes y cantos fúnebres, que pretendían tejer gentilmente en la memoria chilena el nombre de aquellos nobles héroes que nos heredaron la patria.
Por Camila Jiménez
Editora Tanto Monta
Homenaje de gratitud a la memoria del benemerito ministro don Diego Portales.
Santiago de Chile
Imprenta de la Opinion
1837
si sa grande áme eút connu la vengéance
ait, et sa vie eút rempli nos souhaits.
y tous ses meuririers il versa ses bienfaits.
Voltaire.
Despierta, Musa mia,
Del profundo letargo en que sumida
Yaces por el dolor. Musa del duelo!
Modera tu quebranto,
Inspiración benigna pide al cielo,
Y desde esta mansion de luto y llanto,
Anuncia con acento lamentable
Una desgracia inmensa irreparable,
Un crimen sin segundo,
Ingratitud nefanda
Que escándalo y horror será del mundo.
Mas ¿cual sonido penetrable escucho,
Que atormenta el oido, y que resuena
En lo íntimo del alma? La campana
Es esta de la muerte; y ella hermana
Sus destemplados lúgubres sonidos,
Con un coro de llantos y jemidos.
Justicia eterna ¿cómo así permites
Que triunfe la maldad? ¿Así nos privas
Del tesoro precioso,
En que libró su dicha y su reposo
La Patria, y así tornas ilusoria
La esperanza halagüeña
Que un porvenir a Chile prometia
De poderío, de grandeza y gloria?
¿Dónde está el jenio que ántes diera vida
A nuestra Patria amada? ¡O caro nombre
Que en vano quiere pronunciar el labio
Mudo por la afliccion! Ilustre sombra!
Perdona mi estravío en este canto
Empapado mil veces con mi llanto.
¿Qué se hicieron los dias venturosos
Del esplendor chileno?
El Pacífico en vano su ancho seno
Franquea a nuestras naves. Los pendones
Que victoria anunciaban,
Y tanto nobles pechos inflamaban,
Y terror infundieron al tirano
En su asiento lejano,
Ya en sangre y polvo envueltos
Se ven, y de vergüenza ¡o Dios! cubiertos.
Enrojecido el suelo
Está de sangre fraternal. Despojos
De víctimas humanas,
Se ven do quier, y cual torrente fiero
De destrucción la muerte se ha lanzado:
La obra de iniquidad se ha consumado.
Sí: desencadenada
Saliera del averno horrenda furia,
Bajo el ropaje oculta la sangrienta
Cuchilla a las traiciones avezada,
La torpe faz velada,
Con apariencias dulces y engañosas,
Cual sierpe que se esconde entre las rosas.
Ella se arrastra y hasta el alto solio
Penetra del poder: allí combina
El plan de maldición. Su envenenado
Soplo respira sobre mil incautos
Corazones, que ilusos, estraviados
De incomprensible error, siguen su huella.
Los dias numerados,
Tiene ya de la víctima inocente:
Y no hai rasgo alevoso,
Que del crímen odioso
La magnitud enorme no acreciente.
Tú mueres! O dolor! La cruda fiera,
Que supo alucinarte con falsías,
No respetó tus dias,
Que tan queridos a la Patria fueran.
Qué! ¿El mérito sublime
El talento divino
Poderosos no fueron a librarte
De tan injusto y bárbaro destino?
¿Con qué fatal conjuro el fementido
Pudo cerrar tu odio
Al aviso oficioso
De la fiel amistad que al lazo oculto
Tus sagaces miradas convertia?
¿Cómo su noble zelo
Rasgar no pudo el velo
Con que las encubrió la alevosía?
¿Mas qué infernal instigacion ofusca
La mente del traidor? ¿Los beneficios
Que con tan larga mano le prodigas
No desarman la suya? La brillante
Carrera que le ofreces a la gloria,
A la estima al poder a los honores,
Cual sendero de flores,
¿No halaga su ambicion? ¿Ni aquella noble
Magnánima segura confianza
Con que libras tu preciosa vida,
Un solo sentimiento,
De lealtad a dispertar no alcanza?
Tú cual el grande Macedon la copa
Apuras sin recelo,
Mas no de saludable medicina,
Sino de activo y pérfido veneno.
Mas ¡ai! no era posible que en el cieno
De la maldad un ser dejenerado
Percibiese el esceso de grandeza
Que encierra un proceder tan delicado.
¿Cómo, o Dios, el prestijio poderoso
De la víctima ilustre el crudo golpe
No vedó al asesino como al Cimbrio
La faz aterradora del Romano?
La sacrílega mano
Quedar debiera al punto yerta y fria,
Al suelo descendiendo el hierro insano;
Pero no vió la luz del claro dia
Esta escena de horror: tiniebla oscura
Sirvió de velo al crímen espantoso:
Nada en torno se via: en el silencio
Que, al modo de la calma precursosa
De hórrida tempestad, allí reinaba,
Con imperio terrible y pavoroso,
Solo un ay! doloroso
El eco de la selva repetia,
Y entre débiles auras se perdia.
Inútil fué el denuedo
Y tanta noble sangre derramada
Por la leal milicia en su defensa:
Ni la preciosa vida
Del valiente Zaldivar en las aras
De la Patria ofrecida.
Y tú, infeliz amigo,
De la fidelidad heróico ejemplo,
Por qué mueres tambien? ¿Cuál fué el delito
Que provocó la rabia
Sangrienta de esos lobos carniceros
Para cebarse en tu modesta vida?
Tú sigues a la víctima querida,
Al sacrificio fiero; mas en vano
Su salvacion procuras: el camino
Del dédalo intrincado
Por astucia infernal está cerrado.
Mas veo la venganza de los cielos
Descender al momento
Confiada a nuestros bravos que acometen,
Y cual llama que acrece el raudo viento,
Nuevo ardor los inflama
A vista de la víctima sangrienta
Que exámine a sus ojos se presenta.
Furor! ira! vergüenza! dolor fiero!
Esgrimen denodados el acero
Que brilla refuljente, cual la espada
Del esterminador. Seguid valientes:
Como otro tiempo los levitas sacros,
Purificad un suelo amancillado
Por tan horrendo crímen: no son hombres,
Son furias infernales las que cruzan
Ese campo fatal: Corred, guerreros,
Perseguidlas en todos los senderos,
Y si huyen a sus hórridas guaridas,
Ponga el remordimiento,
Con incesante roedor tormento,
Fin espantoso a sus infames vidas.
Triunfais al fin: y la afligida Patria
Tornó de su angustioso parasismo,
Para sentir empero mil dolores,
En el aciago triunfo. Al tiempo mismo,
Que besa agradecida los laureles
Que el jeneral valiente
Le consagra con llanto, un ay! doliente
Se exhala de su seno penetrado
De una inmensa aflicción. Un eco triste
Repite por do quier “murió Portales”
Y todo es duelo, indignacion y susto
Y todo anuncio de futuros males.
No hai himno de victoria
En este infausto dia, ni otra gloria
Que llorar y jemir. El pueblo en tanto
Se avanza a recibir el don funesto,
De la perversidad. Ya la matrona
Sorprendida, aterrada,
Su hogar, sus hijos, todo lo abandona,
Y se muestra tambien. Vertiendo llanto
En medio de las calles las doncellas
Estan de sí olvidadas. Los infantes
Fijos los ojos en sus madres tristes
Enmudecen de espanto:
Y el decrépito anciano
Que en dulce paz tranquilo se gozaba
Se enjuga el lloro con la débil mano.
Ardiendo en ira santa
La juventud chilena se apercible
A vengar el ultraje. No la espanta
Puñal aterrador. Su sangre toda
Gustosa verterá, si así redime
El honor ofendido y el reposo
De la Patria infeliz. El entusiasmo
Como fuego del cielo descendido
Llena los corazones. Cual quisiera
Con atrevida mano
Derrocar al tirano: cual tornando
Al mártir de la Patria sus miradas,
Ansia seguir su huella esplendorosa,
Y halla suerte dichosa
La de morir llorado
Del pueblo libre, cuya dicha fuera
De su desvelo el fin…. Pero la Patria
Verá dias de gloria.. Noble arrojo
Será, no vil aprobio y desaliento,
El fruto del profundo sentimiento
Con que a Portales llora desolada
La familia chilena. Sombra amada,
No turbe tu reposo,
El pensamiento odioso,
De ver por el tirano envilecida,
Aherrojada, oprimida,
Esta Patria adorada
Que merced a tu zelo se vió un dia
A tan excelsa gloria levantada.
Mas oigo ya el estruendo
Con que el cañon anuncia que se acerca
El carro funeral. — Terrible pompa
Se ve brillar allí. Los viles hierros
Que a la inocente víctima ligaron,
De signo ignominioso
En timbre de alto honor se ven trocados,
Y en público espectáculo se ostentan,
No ménos gloriosos,
Que los que al gran Colon apercibieron
Calumnia atroz y bárbara injusticia—
Ya la amistad con mano fiel conduce
La faz en tiernas lágrimas bañada,
La ceniza preciosa
Al postrimer asilo. Reverente
Hondo silencio en torno se difunde,
Y arrobada la mente se confunde,
En solo un doloroso pensamiento.
¿Es este frio resto,
Es esta imájen insensible y muda
Lo que nos ha quedado de Portales?
¿Do está el soplo divino que animaba
Aquel semblante hermoso? ¿Do se esconde
La mente osada, altiva,
De aspiraciones elevadas llena,
El alma firme, impávida, serena,
La mirada sagaz y penetrante,
La voluntad resuelta, decidida,
El aliento de vida
Que a todos de su espíritu animaba,
La pasion jenerosa,y anhelante
De lo grande y lo justo? La faz yerta
Carece de espresion. No ven sus ojos,
Su oido no percibe ya el lamento
Y amargo sentimiento
Con que todos contemplaban sus despojos.
¿Donde estás? Es posible? ¿Te perdimos
Para siempre jamas? ¿No nos escuchas,
Y el pueblo idolatrado
Es nada para tí? ¿Tú mismo en nada
Te tornas para él? Terror! espanto!
Yerman el corazon, y no hai consuelo…
Empero torno al cielo
Mis tristes ojos de llorar cansados,
Y veo allí la Relijion divina,
Mostrandome el asilo misterioso,
Donde libre su espíritu reside,
En sempiterna paz, en almo gozo.
“No llegan los malvados
(Me dice) a este lugar ni su malicia
Dardos emponzoñados,
Asestar puede aquí con mano aleve.
Los que estan fatigados
Aquí descansan; y en el dulce seno
Del Hacedor Supremo no hai cuidados,
No hai insidias, ni engaños, ni traiciones.
De las viles pasiones
El imperio no alcanza, y aquí aspira,
Cual las olas de un mar tempestuoso
Contra el escollo inmóvil que las mira.
¡Salve feliz y venerada sombra!
¡Salve mil veces! Tu alma jenerosa
Otra morada tiene mas grandiosa
Mas digna de habitarse. El suelo impuro
Que en premio a tu virtud te dió la muerte,
No mereció, Portales, poseerte.
Habita esa masion de luz divina
Que cobarde traicion no contamina,
Mientras tu cuerpo helado,
Por la doliente Patria custodiado,
Cual reliquia preciosa,
Entre los puros ardorosos votos
De un pueblo agradecido,
Ante el santuario del Señor reposa.
Mercedes Marín.